La legendaria partida 10

La tensión permeaba el sótano y la falta de energías se aplacaba con el simple hecho de que al ganar, uno no sería castigado por las fuerzas malignas del agave fermentado. Eran cuatro los participantes, y todo giraba en torno a burlarse de las estupideces del de al lado.

Tomando en cuenta los resultados anteriores, la jugadora quasi-astróloga-tarotista sufría por la acumulación de puntos, pero fue en la partida 10 cuando todo cambió. Después de colocar la ficha seis-dos, con la fuerza de más de 20 trompetas de San Gabriel, ella exclamó:

"POR FIN! POR FIN LES GANÉ! JA! GANÉ! JA! FINALMENTE, SOY LA MEJOR!"

Revolcándose en el sillón, apuntando a las narices de los oponentes y gritando como nunca, comenzó a colmar la paciencia de los jugadores presentes. Altamente sorprendidos por la supuesta intervención divina de Fortuna -y con un poco de rencor por dentro-, cada quien lanzó las fichas con enojo al centro de la mesa...

En ese momento el hombre palito de pan (h.p.p) notó algo que cambió el destino de esa noche...

18 puntos verde limón, separados simétricamente en nueve unidades se encontraban aislados y sin pareja en la mesa. ¿Cómo podía ser esto? Así como en el rancho, cada mula necesitaba su carga por detrás y sus riendas por delante.

Pecadora! No cerraste la mula!

- exclamó h.p.p.

Rápidamente el habitante del Sótano Pecaminoso sugirió que se reconstruyera el juego, y así fue. La tarotista cósmica perdió exponencialmente cualquier tipo de orgullo que restaba en ella y seguramente se sentía deshecha por dentro. Su falta de atención y la ficha seis-dos fueron la causa de su fallecimiento. Los otros tres jugadores simplemente se rieron de tal ocasión.

Ni rezándole a Júpiter (Yúpiter en terminos de la tarotista mexicana) recuperaría su trono en la Legendaria Partida 10.

Basado en una historia real.